Thrilla in Manila cumple 50 años

Muhammad Ali contra Joe Frazier III o 'Thrilla in Manila', como lo llamaron, era la pelea que desempataba después de dos batallas previas entre dos verdaderos titanes del cuadrilátero. La primera, denominada 'Fight of the Century', tuvo lugar en 1971 en el Madison Square Garden e hizo honor a esa etiqueta. El primer combate lo ganó 'Smokin' Joe' por decisión unánime tras 15 asaltos. En esta pelea Ali cayó a la lona por primera vez en su carrera tras un gran gancho de izquierda de su rival.
Ya aquella pelea estuvo rodeada de unas connotaciones culturales y políticas que pusieron el foco del mundo entero sobre el Madison Square Garden aquel día. Existía una profunda enemistad entre ambos púgiles, que anteriormente habían tenido una buena relación.
Después de la primera pelea hubo una revancha en 1974, también en el MSG neoyorkino, que esta vez se llevó el de Louisville por unanimidad, por lo que una tercera era muy esperada.
La rivalidad entre estos dos antagonistas se resolvió un 1 de octubre de 1975 en Manila, Filipinas. Ambos se jugaron la vida arriba del ring. A esas alturas el odio era palpable y Smokin así lo reveló años después en el documental 'Thrilla in Manila': "Parecía una pelea, pero era una guerra". Todo lo que rodeó a ese combate alimentó el odio de Frazier.
Frazier (31 años) comenzó impetuoso como siempre contra Ali (33 años). Intenso como si todo hubiera que resolverlo ya en el primer asalto. El campeón respondió muy bien hasta el cuarto round y ahí Frazier comenzó a encontrar con más facilidad el cuerpo de su oponente. La guerra bajó de intensidad debido al castigo que se estaban propinando, pero ninguno dejó de atacar. Hacia el décimo estaban ya tocados y a Smokin se le estaba cerrando su ojo derecho; por el otro es que casi no tenía visión debido a un accidente sufrido en 1964.
Empezó a encajar, recibir y tragar una gran cantidad de derechas largas, rectas como un láser. En el decimotercer asalto, Joe fue golpeado por una derecha que le hizo girar la mandíbula, y su protector bucal salió volando, pero el púgil de Filadelfia siguió avanzando como una apisonadora, ya que la atmósfera estaba totalmente desprovista de amor fraternal.
La esquina de Frazier le advirtió claramente que iban a detener la pelea porque no podía ver, pero le permitieron disputar el agonizante decimocuarto asalto. El gran asalto final.
El árbitro no detuvo la pelea. «Estábamos muertos, resistí por puro instinto», recordó Joe con una mueca de dolor. Los contendientes se arrastraron con paso pesado y cansino hasta sus esquinas, y Ali le pidió a Angelo Dundee —su entrenador— que le quitara los guantes, pero de repente Eddie Futch —el entrenador de Frazier— detuvo la pelea. Ali se levantó y luego se desplomó sobre la lona. Se había desmayado. Casi una victoria pírrica.
Ali lo describió como una experiencia cercana a la muerte, una prueba. Ninguno de los dos volvió a ser el mismo púgil. Habían dado absolutamente todo, habían ido más allá y trascendido la resistencia humana y lo que dejaron en el ring esa noche estaba agotado. Les había costado el alma.