LA GRAN NOCHE DE ANTONIO GÓMEZ

01/09/2025
por Jesús Cova (WBA Press)
septiembre 01, 2025

 

Este artículo fue escrito hace ya un buen tiempo y publicado en su momento en un diario de Caracas. Con notorias enmiendas lo ofrecemos ahora para los aficionados de ayer, pero muy en especial para los recientes seguidores de la disciplina de los guantes y quienes, suponemos, nada o muy poco saben de lo sucedido en aquella pelea memorable para la historia del boxeo en general, pero en especial para el boxeo de Venezuela y de la cual este 2 de septiembre se cumplirán ya 54 años.

En un ejercicio de memoria viajamos hasta el Gimnasio Korakuen (conocido también como Metropolitan Gym), el templo boxístico del Tokio de los años ´70-80, colmado de expectantes fanáticos locales y de un pequeño grupo de esperanzados venezolanos, no más de doce o quince, entre ellos Delio Amado León, Carlitos González, Oswaldo "Gato» Sánchez y Sixto Dorta, de los pocos cuyos nombres recuerdo ahora, los 3 primeros ya no con nosotros – y al sonar el primer campanazo vemos en la mente al retador cumanés Antonio Gómez lanzar, agazapado, su primer golpe, un largo, explosivo y certero jab a la barbilla del monarca mundial pluma de la decana Asociación Mundial de Boxeo, Shozo Saijo (o Saijyo), de 24 años, cuya cabeza se bambolea con el impacto.

Serían entonces poco más de las 7:00 de la noche del día jueves en Tokio y poco más, poco menos, de las 6:00 de la mañana del mismo día en la lejana Venezuela.

Después de aquella larga y seca izquierda, el desafiante dio unos pasos laterales mientras el japonés estiraba los brazos y giraba repetidamente el cuello, como para "sacarse" el golpe de la sorpresa inicial.

Entretanto, desde las dos esquinas resonaban los gritos de advertencia de rigor para los contrincantes. En la de Gómez, Hely Montes y Ramiro Machado, entrenador y apoderado, respectivamente, animaban y pedían calma y cuidado a su peleador mientras que el técnico estadounidense Willie Ketchum, especialmente contratado para la ocasión por Machado, seguía impertérrito las acciones.Transcurridos los primeros segundos del asalto y de su primer impacto, el retador disparó tres, cuatro, cinco veces más su veloz jab y al recibir uno de los golpes el monarca defensor, inesperadamente, trastabilló y cayó con los botines hacia el cielo.

Los 12-15 venezolanos presentes saltaron eufóricos de sus asientos, aun cuando la caída del campeón fue apreciada como un resbalón por el árbitro Alfredo Garzo, nacionalizado japonés. La campana sonó para el fin del asalto que concluyó sin mayores alternativas. Suponemos que para el público mayoritariamente local, como dijimos, aquellas primeras acciones les hicieron presagiar un desenlace violento, inesperado e indeseado, en cualquier momento, en favor del peleador llegado desde tan lejos.

Por nuestra parte, desde esos iniciales momentos no tuvimos ni por un instante una mínima duda en cuanto a que Gómez lograría concretar su sueño y el de los miles de aficionados que, regados por todo el territorio nacional, seguro seguían lo que ocurría a miles de kilómetros de distancia.

UN LARGO CAMINO A LA GLORIA

Para Saijo el desafío era la sexta defensa del cinturón conquistado ante el mexicano-californiano Raúl Rojas tres años atrás y expuesto con éxito, una de ellas frente a Pedro Gómez, hermano mayor del adversario contra quien ahora compartía el ring, y al cual había dominado por decisión unánime en su primera defensa.

Gómez, por su parte, iba a su inicial aventura en procura de la faja de una categoría que, vanamente y por largos años, había buscado el boxeo venezolano. Entre quienes lo habían codiciado antes y que nunca, con sola excepción de Pedro Gómez, recibieron el chance de buscarlo destacaban los nombres de Simón Chávez, el idolatrado "Pollo de la Palmita", vencedor de campeones y excampeones mundiales y el primer ídolo indiscutido del boxeo criollo entre los años '30 y '40; Oscar "Torpedo" Calles, una promesa frustrada, asesinado en un absurdo pleito callejero cerca de la iglesia de Palo Grande, en Caracas; Víctor Adams, "Sonny León", amado y odiado simultáneamente hasta el delirio en los '50 y '60 por una afición que colectivamente lloraría después su pobre muerte- varios años más tarde de haber colgado los guantes- en una calle cualquiera de Caracas, en una total y dolorosa indigencia y con la cordura perdida,

Conducido prudente y sagazmente por el zuliano Machado, Gómez había dejado su tierra un par de años antes y tomó como plataforma de lanzamiento a California (Los Ángeles) y a la población mexicana de Tijuana, en Baja California.

Para llegar hasta el ring de Tokio esa tarde-noche del jueves 2, Gómez vapuleó (con excepción del azteca "Centavito" Hernández, al cual superó por estrecha decisión y del boricua Juan Collado, a quien doblegó también a los puntos) a los también mexicanos Fernando Sotelo, Julio Segura, Ray Vega y Vicente García en nueve, cinco, siete y un round, respectivamente.

En conocimiento del peligro que representaba el venezolano para su reinado, por un buen tiempo y con decenas de excusas Saijo escurrió el cuerpo al retador natural y Número Uno del ranking AMB o WBA, que le conminó a otorgar la defensa. La cita se fijó para el 2 de septiembre, como dijimos. Allí, sobre la lona y encerrados entre las 12 cuerdas (ahora son 16) y a 15 asaltos, actualmente 12, Gómez iba por la gloria.

UNA DERECJHA LETAL

(A partir de aquí regresamos al Korakuen)

En este punto del relato sería mentir si dijéramos que recordamos con claridad todas las acciones del encuentro. Imposible rememorar con total precisión lo ocurrido en un hecho acontecido en tiempo tan remoto. Por tal motivo, para contarles el resto, acudimos a un viejo diario y en una reseña de la agencia AFP leemos lo que transcribimos de seguidas; "La poderosa derecha de Antonio Gómez proporcionó hoy a Venezuela un nuevo título mundial de boxeo, el de los plumas, versión WBA, tras casi cinco rounds de una de las peleas más emocionantes jamás vista en Tokio. El golpe decisivo (…) vino en el quinto asalto cuando el campeón Shozo Saijo era implacablemente castigado por la derecha del venezolano. La primera caída del japonés se produjo 30 segundos después del comienzo del quinto y último round, mediante un durísimo golpe de Gómez. El japonés se levantó, pero el árbitro desgranó la cuenta reglamentaria de ocho segundos. Gómez se lanzó entonces al ataque, persiguiendo a su rival por todos los rincones del tinglado hasta acabarlo con tres derechazos más". (No dice esa reseña, pero el detalle sí lo recordamos, que antes de que el referí se interpusiera para detener la desigual confrontación –Saijyo, de 24 años, se batió como un león herido, es justo decirlo-desde su esquina el hermano del ya excampeón tiró al centro del ensogado una blanca toalla, como se estilaba para la época, que significaba la rendición)

Antonio Gómez, un modesto muchacho cumanés de 26 años, formado en un no menos modesto gimnasio de su ciudad natal bajo la tutela de ese gran forjador de peleadores que fue, como lo bautizaron sus alumnos, "el maestro" Hely Montes (por su sabiduría pasaron montones de estrellas del cuadrilátero, tales como Francisco "Morochito" Rodríguez, Cruz y Alfredo Marcano, Pedro Gómez, José Luis Vallejo, Antonio Esparragoza, entre otros, había llegado a la meta que anhela cualquier boxeador. Era ya el mejor 126 libras (57,152 kilogramos) del orbe, el indiscutido N° 1 pluma, aunque el mexicano Vicente Saldivar reinaba en la versión CMB, pero para los expertos estaba muy lejos de la calidad del criollo.

Con aquella su rotunda victoria se unía Gómez al semicompleto mirandino Vicente Paúl Rondón y al coterráneo de Gómez, el superpluma Alfredo Marcano, para elevar a tres el número de boxeadores nativos con testas coronadas, cifra que crecería en noviembre de aquel mismo 1971, con el zuliano Betulio González, declarado campeón por el Consejo Mundial de Boxeo a raíz de la descalificación del mosca filipino Erbito Salaverría en el polémico fallo "de la botellita", Lastimosamente aquellos cuatro cetros resultaron efímeros, volátiles, otra larga historia que no encaja aquí.

Entretanto en Tokio, a miles de kilómetros, nosotros, que estuvimos en el Korakuen en calidad de Enviado Especial de El Nacional, tuvimos la absoluta certeza de que–al igual que en el París que dibujó el premio Nobel Ernest Hemingway en una de sus obras– en aquel ya tan distante 2 de septiembre de 1971, 54 años atrás, Venezuela era una fiesta.